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Rosario se presentaba para aquellos trashumantes viajeros musicales, de comienzo del Siglo XX, como la esperanza más firme de obtener trabajo. No era para menos: tengamos presente cuáles eran los centros urbanos que entre finales y principios de siglo más oportunidades ofrecían a la banca, el agro, la ganadería, la industria, el comercio y las artes entre otras actividades, y se llegará a la conclusión de que, fuera de la Capital Federal, era Rosario la ciudad que, con su pujanza laboriosa, satisfacía los anhelos comunes de una vida próspera y tranquila.
Hacia el último cuarto del siglo pasado, en Rosario se incrementó nota-blemente, el afincamiento de inmigrantes procedentes de numerosos países del Viejo Mundo y de América. Como los anteriores, estos nuevos pobladores sumaron sus esfuerzos al progreso urbano con el ejercicio de sus oficios y artesanías.
También llegaron educadores y profesionales universitarios de las más variadas ramas, incluso artistas plásticos y músicos, figurando entre los más notables de estos últimos el uruguayo Cayetano Silva, autor de la famosa marcha San Lorenzo, director en 1901 de la banda del Regimiento 9 de Infantería de Línea y que también tuvo a su cargo el Conservatorio Musical del Rosario.
La música nativa, criolla o 'folklórica, desde entonces fue perdiendo terreno a favor de las composiciones operísticas y bailables foráneas, tan en boga en teatros, salones, confiterías y hoteles de Rosario, de Buenos Aires y de Córdoba. Para alegrar las fatigas cotidianas del hombre hijo ya del país, surge otra música alegre y retozona, bastante emparentada con la habanera, que, al principio, da lugar a ser bailada entre hombres y, más tarde, entre hombres y mujeres… el TANGO.
La prevención inicial es lógica: nunca se había creado una danza que acercara tanto a cuerpos del sexo opuesto. Sea por su música festiva, por la incitación al abrazo, o por las dos cosas, el tango se impone poco a poco desde los suburbios al centro. Es curioso observar la trayectoria no sólo de los músicos provenientes de las capas bajas de la población, sino de aquellos llamados cultos.