CURIOSIDADES TANGUERAS


Testimonio de Irineo Leguisamo (Jockey. Uruguayo. 1979)

 

 

         Años más tarde, en 1982, Leguisamo publicó sus memorias, tituladas: "De punta a punta, 60 años con el turf", donde se despachó a gusto, aportando y dejando en claro el verdadero nombre de Gardel, o sea, Charles Romuald Gardés (o Carlos Romualdo, que es lo mismo): "Conocí a Carlos Romualdo Gardés, para la vida ciudadana, Carlos Gardel para la vida del ídolo, en 1921, en el Hipódromo de Maroñas ... Difícilmente le sorprendí en un mal gesto, por cuanto todos los que nos encontrábamos alrededor gozábamos del imán que irradiaba su simpatía sorprendente ... Muchos días inolvidables pasamos en Montevideo, allá en la playa Malvín, junto al Hotel Las Brisas ... Hoy he roto mi silencio que configura todo cuanto hay de realidad en ese crisol de sentimientos que me he resistido a expresar. Pero tengan la seguridad de que esa resistencia, esa aflojada de mi espíritu, es simplemente para no derramar nuevas lágrimas en homenaje a aquel símbolo de la amistad que se llamó Carlos Gardel."

 

 


           Piazzolla conoció a Carlos Gardel en Manhattan en 1934, al llevarle un presente realizado por su padre. A Gardel le cayó muy bien el joven, y le resultó muy útil para realizar sus compras en la ciudad, ya que el joven conocía muy bien la ciudad, además que dominaba el inglés, idioma que Gardel desconocía totalmente. Al año siguiente el cantor lo invitó a participar en la película que rodaba en esos días, El día que me quieras, como un joven vendedor de diarios. Piazzolla cuenta que después de escucharlo tocar el bandoneón, Gardel le dijo: «Vas a ser grande, pibe, te lo digo yo... el fuelle lo tocás bárbaro, pero al tango lo tocás como un gallego».

 

         Gardel invitó a Piazzolla a unirse en su gira por América, pero su padre decidió que éste era aún muy joven, su lugar fue reemplazado por el boxeador argentino José Corpas Moreno. Esta temprana desilusión probó ser una suerte en la desgracia, ya que fue en esta gira en la que Gardel y toda su banda perdieron la vida en un accidente aéreo. En 1978, en una carta imaginaria a Gardel, Astor bromearía al respecto sobre ese hecho

 

         ... Jamás olvidaré la noche que ofreciste un asado al terminar la filmación de El día que me quieras. Fue un honor de los argentinos y uruguayos que vivían en Nueva York. Recuerdo que Alberto Castellano debía tocar el piano y yo el bandoneón, por supuesto para acompañarte a vos cantando. Tuve la loca suerte de que el piano era tan malo que tuve que tocar yo solo y vos cantaste los temas del filme. ¡Qué noche, Charlie! Allí fue mi bautismo con el tango.

 

         Primer tango de mi vida y ¡acompañando a Gardel! Jamás lo olvidaré. Al poco tiempo te fuiste con Lepera y tus guitarristas a Hollywood. ¿Te acordás que me mandaste dos telegramas para que me uniera a ustedes con mi bandoneón? Era la primavera del 35 y yo cumplía 14 años. Los viejos no me dieron permiso y el sindicato tampoco. Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa.

 

 


ENTRE 1850 Y 1930     El tango en sus inicios se bailaba entre varones. A finales del siglo XIX había una mayor población de hombres que de mujeres. Uno de los lugares donde los hombres tenían más oportunidades de conocer a una persona del sexo opuesto era en los bailes, pero la competencia era feroz, por lo que no iban a ir para bailar con una chica sin saber cómo. De esta manera, los hombres practicaban juntos, perfeccionando los movimientos para más tarde impresionar a las mujeres.

   

      En sus inicios, el tango escandalizó a la sociedad argentina. La razón: se bailaba bastante apretado. Este ritmo era condenado por la iglesia, porque promovía la lujuria. Cuando el tango empezó, era bailado solo por las clases sociales más bajas o el “arrabal”. El tango se bailaba en burdeles, ranchos y otros lugares.  Por esta razón, era considerado como vulgar por las clases más pudientes. El origen exacto de los sonidos del tango no se ha establecido. Algunos dicen que pudo deberse a el intercambio comercial de finales del siglo XIX, que permitió mezclar sonidos y el uso de instrumentos nuevos, como el bandoneón. Las primeras letras de tango fueron censuradas, porque contenían palabras del “lunfardo”, que poco a poco se fue extendiendo, gracias a la música.

     

      El asunto llegó a tal punto que el Papa Pío X condenó este baile. Además, fue censurado por los gobiernos militares argentinos. La época en que aparece el tango es la segunda mitad del siglo XIX, en el marco sociocultural de las grandes oleadas migratorias de los más variados orígenes internos y externos, que recibió entonces esa región, mayoritariamente varones, una situación que influirá profundamente en la manera de relacionarse entre hombres y mujeres. Se trató de una música eminentemente popular, rechazada y prohibida por las clases altas y la Iglesia Católica, por lo que se desarrolló en los barrios pobres de los suburbios (los arrabales), los puertos, los prostíbulos, los bodegones y las cárceles, donde confluían los inmigrantes y la población local, descendientes en su mayoría de indígenas y esclavos africanos.

 

    Allí se fueron fusionando libremente las formas musicales más diversas (candombe porteño, candombe uruguayo,24 payada, milonga, habanera, tango andaluz, mazurca, polca, vals, zarzuela, sainete, etc.), provenientes de los orígenes más diversos (africanos, gauchos, hispanos coloniales, italianos, judíos, alemanes, polacos, andaluces, cubanos, etc.), hasta formar el tango. Se estima que la transición duró alrededor de cuarenta años para afianzarse como un nuevo género musical, con identidad propia, en la última década del siglo XIX.

 

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Tango

http://bailarinesdetango.com.ar/wp/datos-curiosos-origen-del-tango/

https://lavozdelmuro.net/sabias-que-el-tango-en-sus-origenes-era-bailado-entre-hombres-

estos-lo-hacen-de-manera-espectacular/

http://blogs.lanacion.com.ar/maldito-tango/maestros/el-tango-era-cosa-de-hombres/


10 DE MARZO DE 1917      Una actuación poco feliz del dúo Gardel-Razzano en 1917, en el café La Bolsa, de San Martín al 600. Según parece, tan poco gustaron los intérpretes aquella noche que allí mismo, mientras el dúo cantaba, el empresario del local llamó a un mozo y le dijo: “Mirá, cuando terminen esos dos, dales estos pesos y que se vayan”. De más está decir que aquel hombre no tenía la menor idea de a quién estaba echando en ese instante.

 

El propio Razzano diría años después sobre ese suceso a Francisco García Giménez: “De la noche a la mañana, la empresa del cine retiró nuestros nombres de los programas y nos encontramos en Rosario a la ventura, en lamentable situación, con los pocos centavos que no alcanzaban ni para pagar un cuarto del más modesto hospedaje”… “Nuestro salvador fue Carlos Morganti, el buen actor y amigo que en esos momentos también comenzaba sus lides artísticos juveniles en una compañía de mala muerte. Él nos llevó al altillo que ocupaba en los fondos de una casa de barrio y en su pequeña cama de hierro dormimos los tres, con los cuerpos atravesados, colgándonos las piernas, que las tapábamos con nuestras prendas de vestir”.

 

Sin embargo, ese fracaso se convirtió después en memorables actuaciones de triunfo

 

Fuente: https://www.conclusion.com.ar/opiniones/el-ultimo-viaje-de-carlos-gardel/06/2017/

 https://www.elciudadanoweb.com/los-ultimos-gorjeos-del-zorzal/


SALONES DE BAILES ROSARINOS

 

"El laboratorio del rufián: tal es el nombre que deben llevar los bares que cuentan los salones. Allí, la infeliz presa es mareada, con múltiples libaciones alcohólicas. . . infame rincón, generalmente oculto por espesos cortinados, en que cientos de conciencias caen vencidas, sembrando para siem­pre sus desgracias...". (Diario El Norte, 30 de junio de 1928.)

 

Otro tipo de locales, sobre los que conviene detenerse, ocupan du­rante los años que corren desde 1925 a 1938, la atención de aficionados, profesionales, periodistas, moralistas y autoridades.

 

No es para menos: los salones de baile han logrado una popularidad enorme, gracias al verdadero furor por el baile, especialmente el tango, que gana a grandes sectores de la vida rosarina, los mismos que alimentan inter­minablemente el éxito y la subsistencia del barrio prohibido de Pichincha.  

 

Una verdadera constelación de salones, que admite incluso omisio­nes u olvidos, se extiende por la ciudad:

·        El Sótano o Puccini, en Mitre entre Pasco y Cochabamba;

·        El Aguila, un salón al aire libre, en Gálvez y San Martín;

·        El Soriano, en Entre Ríos al 200;

·        El Centro Gallego, en Salta entre Italia y España;

·        El Giuseppe Garibaldi, en Paraguay al 1500;

·        El Salón Claridad, en Avenida Pellegrini entre España y Presidente Roca;

·        El Favorito, en Avenida Alberdi entre* Vélez Sársfield y Gorriti;

·        El Preferido, en Almafuerte y Avenida Alberdi, frente al Salón La Cubana, un local de baile al aire libre;

·        El Club Liberación, en Avenida Francia al 600;

·        El Rose­dal, un homónimo del cabaret de Pichincha, instalado en Mendoza en­tre Boulevard Avellaneda y Río de Janeiro;

·        El Salón Germania, en Cres­po entre Jujuy y Salta, plena zona prostibularia;

·        El Salón Ideal, en San Martín al 1500, actual emplazamiento de una iglesia evangelista;

·        El Campo Grande, otro salón al aire libre, en los finales de la calle Cór­doba;

·        El Modelo, un cine que con sus bailes de concurso, para carnaval, taúne a nutrida y heterogénea concurrencia;

·        El Guglielmi, en Tucumán entre Rodríguez y Callao y

·        Tres cines: al Roma, el Mendoza y el Sol de Mayo, que alternan sus funciones ha­bituales con ruidosas "milongas" carnavalescas, son los reductos. de ese entonces, a los que pueden sumarse aún el salón El Pensador y otra pista de baile, de nombre ahora ignoto, enclavada en Boulevard Rondeau y Olivé.

 

La prohibición de bailes la noche de los jueves, tradicional día de salida del personal de servicio doméstico según la costumbre de las familias que podían permitirse ese lujo, y el pedido de clausura, no hicieron tambalear demasiado el apogeo de los salones de baile, que sigoperpon incólumes hasta la entrada de la década del 40, cuando con la pérdida de adeptos al baile fanguero, las pistas enceradas empezaron lentamente su ocaso, reemplazadas por los bailes de los clubes sociales y deportivos.

 

Fuente: Prostitución y Rufianismo. Por Rafael Ielpi y Hector Zinni. Editorial De La Bandera

 

Junio 1986. Pág. 181/184


EL TURF EN LAS PRIMITIVAS PARTITURAS DE TANGO

 

Nuevamente sumergidos en la amplia colección de partituras de Bruno, nos dedicamos esta vez, a seleccionar aquellas dedicadas a otra pasión de los argentinos, los caballos de carrera y el mundo que gira alrededor de ellos: los propios equinos, los jockeys, los cuidadores, los propietarios y los admiradores.

 

Todas los tangos que aquí se nombran, salvo excepción, son anteriores al año 1925.

 

  • “Moñito (Marrón Glacé)”, de Eduardo Arolas. «Dedicado al distinguido señor Emilio de Alvear, afectuosamente». Fue un caballo de fama en el año 1917. Más adelante cambió su título por “Marrón glacé”. Fue grabado por el autor ese mismo año y después por otros conjuntos.
  • “Dinamita”, también de Arolas. «Dedicado a mis queridos padres y hermanos». Lo grabó Roberto Firpo en 1917.
  • “Homero”, de Roberto Firpo, «Dedicado al distinguido señor Juan José Rodríguez Silva».
  • “Indiecita”, otro de Firpo. «Dedicado al Señor Doctor Luis S. Saavedra». Ambos grabados por su autor.
  • “Pulgarín”, de Julio De Caro y José María Rizzuti. En la parte superior dice: «Dedicado al distinguido sportman señor Julio Victorica Roca, propietario del crack».

 

  • “La polla”, de Francisco Canaro. «Dedicado a los doctores Luis Galdiano, Amadeo Carelli y Antonio M. González». Este tango cobró fama cuando años más tarde Luis César Amadori le compuso una letra y se transformó en “Madreselva”.
  • “El zurdo”, de Juan Maglio. «Dedicado al amigo jockey Luis Laborde». Grabado por Maglio.
  • “Catriló”, también de Maglio. «Dedicado a mi estimado amigo Antonio B. Difranco».
  • “El combate (Quasi nada)”, de Maglio referido al nombre de un stud. «Dedicado al señor Alberto Mazza». Lo grabaron Juan Maglio y Juan D'Arienzo.

 

  • “Espiga de oro (¡Smasher!)”, de Maglio. «Dedicado a los distinguidos señores Juárez Celman».
  • “Reina de Saba”, de Rosendo Mendizábal. «Dedicado al señor Federico Sívori». Grabado por Firpo.
  • “Poliya”, también de Mendizábal. «Dedicado a la señora Susana Cambaceres de Luro y al señor Alfredo Cambaceres».

 

  • “Ocurrencia en marcha”, de Perla Mamberto (por la yegua de nombre “Ocurrencia”), sin dedicatoria.
  • “Ocurrencia”, de Guido Vanzina Pacheco. «Dedicado al distinguido sportman señor Don S.J.U». Se trata de la misma yegua que la anterior.
  • “El clásico”, de Carlos Hernani Macchi. «Dedicado a mi hermano Eduardo».
  • “Lunático”, de Guillermo Barbieri y Eugenio Cárdenas. Y que fuera «Dedicado con admiración a mi buen compañero Carlos Gardel». Una curiosidad, no fue grabado nunca, ni por Gardel ni por otros.

 

  • Guanaco”, de Carlos Posadas. «Dedicado al señor Honorio Valdez».

  • “El tapao”, de Leopoldo Thompson. «Dedicado a mi cuñado José Bonano y a mi amigo Juan Manuel Firpo». Este último fue profesor de bandoneón de Osvaldo Fresedo y que junto a Macchi, Bonano y Thompson, formaron el cuarteto La Armonía.
  • “Stud Pajonal”, de Luis Buttaro. «Dedicado a mi distinguido amigo Emilio Boucau».
  • “Inspector”, de Valentín Jaimovich. «Dedicado al señor Juan Murás, propietario del caballo ganador de la Gran Polla de Potrillos del año 1912».
  • “Enérgica”, de Alfonso Ferrari. «Dedicado al distinguido señor Williams Paats». El autor fue bandoneonista y compuso entre otros: “Ermelinda”, “La buseca”, “Púa de oro”, “¡Qué yeta!”, “¡Qué gracia!”.

 

  • “El recodo”, de Alejandro Junnissi. «Dedicado a los señores Alejandro Ramón y Eladio Baraldo Moreno». Llegó al disco en varias oportunidades e incluso lo registró Carlos Di Sarli.
  • “Fine mouche” de Reinaldo Pellone. «Dedicado a mi querido tío Alberto Carpanelli».
  • “Mamita segunda”, de Pablo Laise. «Dedicado al distinguido sportman señor Justo C. Saavedra y al compositor señor Honorio Valdez».
  • “Viejo pillo”, también de Laise. «Dedicado al distinguido sportman señor Ernesto Dufour y al entrenador Juan Lapistoy y al jockey Luís P. Menini».

 

  • “Stud Los Cardos”: de Laise. «Dedicado al gran Jockey David Englander». 
  • “Peregrino”, otro más de Laise. «Dedicado al distinguido señor Eladio Vidal, propietario del citado caballo».
  • “Don Santiago”, el último de Laise. «Dedicado al distinguido sportman y fundador del Hipódromo San Martín, Don Santiago Fontanilla y al administrador general Don Esteban Habiaque, respetuosamente».

 

 

  • “Añencué”, de Francisco Storino. «Dedicado al distinguido propietario señor Gervasio Mentastés, en testimonio de mayor afecto».
  • “Augusta”, de M. F. Alfieri. En la parte superior se aclara: «Homenaje a la carrera ganada el 1ro. de julio de 1917. Jockey Juan Ceraño. Entrenador José Ghigliolti.».
  • Compuso además: “Chambellán”, “El dengue”, “¿Qué hace Don Victorino?”, “Siete y medio”, “Tururún”, “Alma negra” y el vals “Nuevas brisas”.
  • “La argentinita”, de Genaro Nerón Domínguez. «Dedicado al distinguido sportman señor A. Barreiro y Ortega».

 

  • “Castigando”, Ricardo Gaudenzio. «Dedicado a mis amigos P. Polito, D. Petillo, A. Petillo y R. Rinaldi». Todos músicos del primer cuarteto de Francisco Canaro. Gaudenzio, violinista fallecido en 1960, integró en 1908 el conjunto de Vicente Greco que actuaba en el Café “La Turca”, de la Boca. También actuó con Augusto Berto. Es autor de “El chupete” y “Es de ley”.
  • “Gran muñeca”, de Alfredo Bevilacqua. «Dedicado al eximio Jockey sudamericano Domingo Torterolo».
  • “La pingüina”, de José J. Ibarra (ganador del Gran Premio Packoy en 1917). «Dedicado a mi amigo Belisario Olivera».

 


EL LLAMADO "BROADCASTING"

 

A no dudar que, luego de aquella brillante época de autores, conjun­tos y músicos de la "guardia vieja" de nuestra ciudad y que tan magníficamente lo describe Hector N. Zinni en la "Revista de Historia de Rosa­rio", comienzan a aparecer, junto con muchos de aquellos, infinidad de orquestas, muchas de las cuales llegarían a ocupar a través del tiempo, lugares prominentes en el panorama artístico y carteleras bailables de nuestra ciudad.

 

Cabe hacer notar también, que mucho habría de contribuir a ello, el inicio de la era de la radiofonía en la ciudad de Rosario, con la aparición de las primeras "Broadcasting", vocablo inglés con que se las denominó en un principio a las mismas. Si bien, a partir del año 1924, ya sea por medio de "Teleradio", el Radio Club Rosario y otras, ya habían comenzado a irradiarse programas musicales, en realidad lo es, a partir del 26/3/1924, cuando sale al aire L.T.3, que en su primer momento se la conoció bajo la característica F.2, con sede en calle Maipú 836, que en 1927 cambiada su denominación con la característi­ca LOG., traslada su domicilio a calle Santa Fe 1270, luego a calle Presidente Roca 970; después en 1937, ya con la designación de L.T.3, Radio Cerealista de Rosario, a calle Córdoba 1154; y, finalmente, a partir del año 1950, a calle Balcarce 840.

 

La segunda Radio que tuvo nuestra ciudad lo fue la que originariamente y con sede en calle Salta 2133, se la conoció bajo el nombre de "Radio Colón" (estaba instalada en los fondos de una bicicletería); luego se la designó como L.V.5, Radio Millelot; pasó a calle Sarmiento 884; y, finalmente, ya como L.T.8, Radio Rosario, a calle Córdoba 1825, sede actual de la misma.

La tercera en ser instalada lo fue L.T.l Radio del Litoral que, a partir del 9/7/1932, inicia sus transmisiones en calle Córdoba 1039; pasa luego a calle Córdoba 1169; posteriormente al N° 1331 de la misma calle; el 1/03/1953 es nacionalizada bajo la sigla "L.R.A. - Radio del Estado"; y en 1955 pasa a llamarse "L.R.A. 5 - Radio Nacional".

 

La cuarta lo fue L.T.2, Radio Splendid, que inicia sus transmisiones el 24/5/1942, con estu­dios en calle Santa Fe 1388; en 1979, ya bajo el nombre de "L.T.2 - Radio General San Martín", pasa a ocupar una de las plantas altas del Centro de Convenciones en la Plaza Pinasco, San Martín y San Juan; para luego trasladar sus estudios definitivamente a su nuevo actual domicilio de calle Dorrego 1042.

 

Nos hemos permitido relacionar los antecedentes más destacados de las Radios rosarinas en razón de que, con la incorporación de las mismas el acervo artístico de la ciudad, sus programas en los que se incorporaban continuamente números musicales en vivo, conjunta­mente con el enorme auge provocado por los discos, ellos fueron a no dudar factores importantes en la difusión de toda música bailable y, por lo tanto, los mayores propagandistas de todo lo atingente a tan caro sentimiento.

 

Pero, a la par de esos caracterizados conjuntos orquestales radiales, comienzan a aparecer también otros, más modestos, pero de tanta calidad profesional como aquellos, liderados e integrados por anóni­mos ejecutantes; conjuntos que, a través del tiempo irían sufriendo continuas mutaciones debido a cambios forzosos de sus elementos, pero que en vez de debilitarlos les irían dando mayor ensamble y calidad; y con ello a ser requeridos insistentemente por las diversas instituciones sociales de la ciudad y del interior para lograr un mayor éxito en sus programas bailables. A esas formaciones se las habrían de conocer bajo el nombre de "ORQUESTA TIPICA Y JAZZ".

 

Dicha denominación les fue adjudicada porqué, habiendo dentro del plantel instrumentos tanto de cuerdas como de viento y percusión, la orquesta podía, élla sola, asumir la responsabilidad de la total amenización del bailable, puesto que estaba en condiciones de inter­pretar cualquier clase de repertorio musical, es decir tanto lentos, como rítmicos o marciales. Por ese motivo, durante muchos años, en la mayoría de los casos las reuniones danzantes se efectuaban mediante la actuación de tan sólo un conjunto musical, en su mayor parte integrado por piano, uno o dos violines, dos o tres bandoneones, batería, saxo, trompeta, y contrabajo; el qué, a pesar de su reducido número, en nada desmerecía la fiesta, pues gracias a un total afiatamiento, conseguido a través de serios y continuos ensayos, por la extraordinaria calidad de sus integrantes, por el ritmo de sus interpre­taciones y por lo valioso del repertorio adoptado, llegaron a gozar de tan enorme preferencia por parte de los bailarines de entonces que su contratación por parte de las instituciones organizadoras muchas ve­ces se hacía dificultosa por la gran cantidad de trabajo que las mismas tenían. Podemos asegurar, a fuer de sinceros y sin desmedro para nadie qué, durante muchos años, estas modestas orquestas superaron en mucho en labor profesional a las más cotizadas del ambiente radial.

 

Como integrante de algunas de esas formaciones orquestales y por lo tanto el de haber vivido personalmente aquella maravillosa época del bailable, que comenzaba en los días Sábado y vísperas de feriados a las 22 horas para terminar a las 3 horas del día siguiente; como así también los denominados matinées, que comenzaban a las 17.30 horas para terminar, a más tardar a las 22.30 horas; o los famosos pic-nic, que hicieran tanto furor durante la época estival, que se realizaban a partir de las 10.30 horas hasta las 19 horas; todos los cuales, como ya lo hemos comentado anteriormente, comenzaban y terminaban con la ejecución de un pasodoble; nos consideramos suficientemente aptos para referir­nos a esta parte de la historia que corresponde a las orquestas ya o casi olvidadas, pero que a no dudar, muchos de los lectores al ir recordando sus nombres habrán de revivir tantos inolvidables momentos que al compás de las mismas pudieron gozar en un determinado y bello momento de sus vidas, lejanos en el tiempo pero tan cercano al cora­zón.

 

 

Fruente: Misceláneas de la Ciudad. Por Nicolás E. De Vita 1994 Pág. 128 a 130


LOS BAILES DE LA VIDA

  Sin tantos apremios, otros bailes permiten a los jóvenes rosarinos sin blanca, acudir al recurso de la contraseña vendida a mitad de precio por los que se van temprano, o simplemente regalada por quienes sufren estoicamente no estar en su día. La revancha para estos últimos se da sólo ante un remo con alfajores Tarragona en algún bar donde el dueño ya ha empezado a colocar los postigos, anunciando el cierre.

 

   Con los bailongos que se llevan a cabo en el Cruce Park, ubicado en la esquina SE de Salta y San Nicolás, en el mismo predio que ocupará años más tarde una empresa telefónica, la contraseña es harina de otro costal. La entrada cuesta muy poco, pero para ingresar a la pista de baile — circundada par una baranda rectangular— hay que abonar una suma mayor. Los bailarines tienen acceso a la pista por una especie de tranquera baja, donde el control abrocha en la solapa del bailarín un primoroso precinto de cartulina de color, y que los muchachos levantan del suelo a la salida para colocárselos ellos mismos en la solapa con mucho disimulo y de esta forma burlar el costo de la entrada y el control. Para mirar solamente, también hay un precio fijado, aunque no se puede estar mucho tiempo de pie, por exigirlo así el reglamento del lugar: es obligatorio ocupar alguna mesa y consumir algo.

 

   La temporada en el Cruce Park, se salva con recursos inverosímiles: durante la semana se ofrecen espectáculos de boxeo, bailes y, además, los rendidores concursos de cantores, a los que suele invitarse a alguna figura de paso por la ciudad, para prestigiar este sitio. Los jóvenes pueden ver al sólo precio de un peso con cincuenta centavos, ios primeros pasos de El Chúcaro y La Dolores, en sus primeras salidas al interior del país, así como extasiarse frente a los gorjeos de un gordito rudicundo, que usa las puntas del cuello de la camisa sin ballenitas y será con el tiempo uno de los más grandes y queridos cantores de tango en Rosario: José Berón.

   

   También un lugar predilecto de los jóvenes y no tan jóvenes, es Instituto Tráfico, en San Lorenzo entre bulevar Oroño y Alvear. Dotado de excelentes instalaciones: escenario, piso de madera lustrado, limpieza, orden, pulcritud, el atildado salón no difiere de los demás en la costumbre inveterada: sillas de Viena arrimadas contra la pared, formando el consabido cordón donde pacientes madres hacen su vigilancia celosa. Los grupos de muchachas frente al cordón, y de varones a la entrada, se observan mientras, en el escenario, la orquesta del momento: Héctor Lincoln Garrot, José Sala o Luis Chera, desgrana los primeros acordes de los tangos “Gricel” o “Mañana zarpa un barco”.

 

      En la vereda, mientras tanto, los muchachos carentes del peso para la entrada, buscan desesperadamente la contraseña salvadora, mientras van entrando las probables "conquistas", acompañadas por el consabido cuarto vigilante, encamado por una robusta matrona de croquignol, tapado negro con cuello de piel, pronunciado bozo y cartera negra que, por su tamaño, recuerda las valijas obsequiadas algunos años antes por la zapatería Casals, receptáculos en cuyo interior muchas amas de casa guardan celosamente los carreteles y ovillos de hilo para bordar.

Si bien los bailes de Instituto Tráfico resultan casi ceremoniosos, Sports­man Unidos, en pleno apogeo, permite un culto más libre de la danza, en particular de nuestro llamado arte menor, con el aporte de parejas de baile experimentadas en los arabescos sobre el granito de la pista, que reciben la admiración callada de los circunstantes e inhiben a los corredores de baile para ensayar su técnica pobre en recursos. En Sportsmen, la condición esencial es saber bailar, es decir, con todas las de la ley, ya que se permiten lujosos floreos, gambetas, corridas, cortes, quebradas, sentadas, ochos, dieciséis y veinticuatros.

 

     También este club acude al recurso de incorporar números artísticos a sus reuniones danzantes, cuando el delirio no conoce todavía los nombres de Palito Ortega, Raphael, Sandro o Favio y sí en cambio los de Leo Marini, Daniel Adamo, Gregorio Barrios, Pedro Vargas y el tenor de la voz de seda: el mejicano Juan Arvizu. Quedarán para la anécdota y el recuerdo el tapial hecho escombros por la multitud en su afán por ver de cerca al can­tor Hugo del Carril, los puñetazos de Reynaldo Mompel prodigados a los atrevidos que no dejaban llegar al escenario a una dama generosa de curvas, ataviada con un vestido amarillo y reluciente, luciendo una cabellera hirsuta y larga, que se mueve como las vedettes y que canta canciones de moda. Es, nada menos que su flamante esposa: Virginia Luque, o sea Violeta Mabel Domínguez en los papeles.

 

          También quedarán para la evocación, las contorsiones del flamante médico cantor Alberto Castillo, así como el desplazamiento por el escenario del amanerado y popularísimo divo flamenco Miguel de Molina¡ cantando con su voz cascada algunos de sus éxitos como “La bien pagá”.

 

           Angelillo, Wáshington Bertolín, Rodolfo Biaggi, Francisco Canaro, Alfredo Gobbi y muchos otros elevan prodigiosamente el cartel de este club, que está bajo la presidencia de un mánager fuera de serie: un sastre de apellido Caruso.

Son épocas en que los contratos se pagan religiosamente, con lluvia o sin lluvia. Así pasa, por ejemplo, con Juan D'Arienzo y su orquesta, cuando suspendida su actuación por causa de una intensa precipitación pluvial, se le paga hasta el último peso al dejar de llover. D'Arienzo se había tomado el tren desde Retiro con el sólo objeto de ir a cobrar.

 

           Mientras la grey porteña, en cumplimiento del 50 por ciento de música nacional, se reparte en sitios bailables donde celosos intérpretes del tango y jazz ejecutan por un lado, y aguerridos cultores del taragüí cinchan del otro (el salón Bompland, El Chamamé, el Palacio Urquiza), en Rosario, sin tanto problema, reina la milonga, entronizada en bailes y bailongos en los salones más caracterizados:

  • La Cubana, ubicada donde después se instalará la Caja de Créditos Arroyito;
  • Socorros Mutuos, donde más tarde funcionará el cine Lumiére;
  • El Cosmopolita, en Mendoza y Fraga;
  • El Luchador, en barrio Echesortu;
  • Intercambio, en Córdoba al 4700; 
  • El Club Social Zona Sud, en Maipú al 2900 y 
  • Libertad, en Mendoza y Felipe Moré

a los que se agregarán después los bailes de los clubes Horizonte, Nueva Era, Leña y Leña, Sportivo Federal, Provincial, Gimnasia y Esgrima, Ben- Hur, Unión y Progreso y muchos más entre ellos los infaltables rivales Newell s Oíd Boys y Rosario Central, además de otros, perdidos en la infinitud de las calles de tierra de extramuros.

 

 

        Esta generación, crecida con tranvía y vino tinto, que ha hecho sus primeras armas en los bailes de carnaval o en los picnics de la Quinta La Nélida, eUDentro Unión de Almaceneros, el Centro Castilla o el Prado Asturiano, nunca podrá imaginar que sus refocilos sabatinos o dominicales caerán heridos de muerte veinte años después, reemplazados por una pléyade juvenil, alegre, nuevaolera y desprejuiciada, que también habrá de escribir su historia. Juventud que, por otra parte, dará la medida exacta del tiempo, donde entre el descenso en la luna y otros sucesos similares, también las jóvenes cultoras de la minifalda y los hippies de pelo largo y barba más larga aún, verán llorar más que nunca, a la Biblia junto a un calefón.

 

 

Fuente: El Rosario de Satanás. Tomo III.Por Hector Nicolás  Zinni. Editorial Fundación Ross.

  Junio 2000. Pág. 71/75




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